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«Pero yo os digo: sed perfectos»


Llamada a la santidad Magnificat Camino de Crecimiento Comunitario 2013/2014

«¡Sé perfecto!» Pero, ¿qué es la perfección?

¿Qué es la santidad? El mundo sitúa la santidad en un plano puramente sobrenatural, creyendo que es un camino para unos pocos, para personas especiales. En cambio, sabemos que la santidad no es algo inalcanzable, sino que es un camino que recorre la vida cotidiana de todo hijo de Dios, es decir, nuestro camino.

Y el mundo, en su incomprensión, no sabe que es precisamente en la santidad donde reside la verdadera felicidad.



Cuando rezamos por el camino de este año, el Señor nos invitó a afrontar nuestra llamada a la santidad: «Como el Santo que os llamó, haceos santos también en toda vuestra conducta»; Su poder divino nos ha dado todo lo necesario para una vida vivida santamente«¿Pero qué santidad? Una santidad que se nos exige a nosotros que, aunque llevamos muchos años en el camino, no somos inmunes a la atracción del mundo que nos halaga tratando de engatusarnos: «No os conforméis a este mundo, sino dejaos transformar renovando vuestra manera de pensar».

Una santidad que no se contenta con nuestra pertenencia a la comunidad, sino que va más allá, empujándonos a la transformación de nuestra vida y de nuestro corazón: «No es la circuncisión lo que cuenta […] sino ser una nueva criatura».
Una santidad que se nutre de lo concreto y que debe encarnarse, vivirse hasta hacerse visible: «Sé ejemplo de los fieles en el hablar, en el comportamiento, en la caridad, en la fe, en la pureza». [Una santidad progresiva que no se sacia y debe crecer en nuestra vida: «Que el santo se santifique de nuevo»; «Esfuérzate por añadir a tu fe la virtud, a la virtud la ciencia, a la ciencia la templanza, a la templanza la paciencia, a la piedad la paciencia, a la piedad el amor fraterno, al amor fraterno la caridad».

Una santidad que sigue el modelo de Dios mismo: «Seréis santos, porque yo soy santo»; «El que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es para mí hermano, hermana y madre»; «Sed imitadores míos, como yo lo soy de Cristo».
Se decidió entonces responder a esta invitación del Señor retomando el gran Sermón de la Montaña, que desde hace dos años tenemos la gracia de tener como tema de la marcha.

Fue un viaje muy intenso y fructífero en el que fuimos llevados, paso a paso, a contemplar ese rasgo extraordinario de Jesús que son las bienaventuranzas, para que se convirtiera en el espejo con el que nos comparamos.

Este año, pues, retomaremos el Sermón de la Montaña justo donde lo dejamos y volveremos a recorrer un tramo del mismo. En efecto, inmediatamente después de la invitación a ser luz y sal para el mundo -que era la última etapa del camino sobre las bienaventuranzas-, Jesús pasa a invitar a sus discípulos a vivir una justicia más elevada que la de los escribas y fariseos, y ello para entrar en el reino de los cielos: es decir, para hacerse santos


Y a este respecto les muestra, con seis ejemplos muy claros, cómo realizarlo en su vida. Estos mismos ejemplos serán el núcleo del camino de este año. En ellos Jesús nos dará la clave para llegar a ser santos, es decir, para ser «perfectos como el Padre celestial es perfecto».

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