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Testimonios de la 12ª Conferencia

I

Soy Gabriel, y quiero dar testimonio de lo que el Señor ha realizado en mí. El Espíritu Santo ha obrado tantas maravillas en mí, pero lo primero y más importante es que me ha dado un corazón nuevo, libre de complejos, libre de miedos y resistencias, ha obrado una verdadera sanación. Fue cuando rezamos el uno por el otro cuando el Señor me hizo conocer la belleza de entregarme a Él, la dulzura de sentirme mimada por Su verdadero Amor. Y para confirmar cuán cierto es que rezar unos por otros es un servicio preciosísimo a los ojos de Dios (incluso cuando uno no tiene ganas, está cansado o lo que sea…), quiero contar un episodio que me ocurrió hace poco. Era el día en que los hermanos que habían terminado el seminario de nueva vida iban a recibir la oración de efusión. En aquellos días yo experimentaba una especie de sequedad espiritual, y me sentía lejos de Dios… Para abreviar: un pensamiento tentador me dijo que Dios ya no me amaba como antes… quizá había dejado de amarme (¡¡¡qué pensamientos tan locos inspira el Maligno!!!). Y tan tontamente le hice caso…). No quise rezar por aquellos hermanos, pensé que no podía dar nada más que mi esterilidad. Me arrodillé rezando al Señor: le reté… «¡Si me amas, manifiéstate! Inmediatamente, un pensamiento cruzó mi mente: «¿Pero por qué razón, quién soy yo, para privar a estos hermanos del amor de Dios?». Fui con las otras dos personas con las que debía rezar. Invocamos al Espíritu Santo, y yo pedí ser instrumento de la gracia, para que el Espíritu descendiera con poder y abundancia. Y aquel día unas veinte personas recibieron por primera vez el don del Espíritu. Pero el Señor también me libró de mis miedos y malos pensamientos. Alabado sea Dios, porque donde abundó el pecado, Su Gracia abundó mil veces. Amén.

Durante estos días, fue crucial para mí escuchar atentamente las enseñanzas de nuestros conferenciantes. El Señor sabe realmente cómo hablar a nuestros corazones con enseñanzas, ciertamente también con «golpes». Descubrí que yo también tengo la actitud de «dar puntos» y hacer clasificaciones con las relaciones, me di cuenta de que mientras estemos cerca de Él (la imagen de la adoración eucarística tiene un fuerte impacto emocional), somos miembros de Su cuerpo y el Espíritu puede actuar libremente; que si me contento con lo que soy ahora, no podré progresar en el camino, sino que retrocederé, pero si me deshago del lastre y avivo la llama de la fe, sin duda seré más libre para dejar que el Espíritu me guíe por donde Él quiera.

Y ahora que Dios nos ha dado Su Espíritu de luz, amor, alegría y paz, sólo nos queda llevar el don de Pentecostés a las naciones, y llevar a todos la buena nueva del Amor Misericordioso de Jesús. Amén. Bendito sea Dios.

Gabriele

II

¡Todavía me regocijo cuando pienso en lo mucho que he recibido en estos tres días!

…Se me olvidaba: me llamo Antonio, la ciudad en la que vivo y a la que amo es Nápoles, soy abogado y si me encuentro en el camino se lo debo a una pequeña gracia que el Señor me ha concedido: la de transformar mi pequeño problema de andar en el medio para acercarme a Él, conocerle mejor y a través de Él descubrir esa Otra Parte del Mundo hecha de Luz y hermanos, en su nada, tan bella como el Sol; ¡una parte del mundo a la que, de otro modo, probablemente nunca habría mirado!

¿Qué me impresionó, qué sentí, qué me aportó este retiro? …bueno, permíteme la premisa de que siempre tardo un poco en carburar (deshacerse del peso del ajetreo diario para entregarse por entero al Señor no siempre es inmediato, ¡no para mí!). En esta ocasión, por cierto, mi retiro tocaba a su fin el primer día: habiendo tenido conocimiento de las graves vicisitudes en las que había caído una hermanita poco antes del comienzo del retiro, (en este preciso momento -las 11.35 h del lunes 9 de ene. 2012 – recibí un mensaje de ella diciéndome que estaba en la sala de espera esperando un informe, pero parece alegre y me desea – y hago extensivo este deseo a quienes lo lean – «que llevemos los dones de Montesilvano en cada segundo de nuestro día»).

Lo que más me aportó de este retiro, se quedó conmigo y me sigue aportando alegría, atención, no fueron tanto las catequesis (muchas de las cuales escuché y, donde me Llamaron, también hice), enseñanzas (todas preciosas y todas muy concurridas), sino más bien, la ALABANZA incesante, los CANTOS que juntos elevábamos al Señor, y sobre todo una sed increíble de CELEBRAR a través de la Santa Misa con todo lo que en ellas se nos daba (desde la Homilía, a las Oraciones, Lecturas, pasando por la presencia de tantos Sacerdotes, Obispos, hasta Su Cuerpo).

Un momento sobre todo, fue la oración de unos y otros donde, por fin, ¡también pude derramar unas lágrimas por el Señor!

Y, en absoluto secundario al primero, fue el regalo de los Hermanitos y Hermanitas, a los que ya conocía y aún más a los que llegué a conocer, por un momento sentados a la mesa o que benévolamente me acompañaron todo el camino y conmigo compartieron estos días ¡aunque sólo fuera en Oraciones y Laudes! (bueno, esperemos haberles dado tanto a ellas y a las que ahora están aquí compartiendo leyendo).


Un saludo fraterno La Paz sea con vosotros y la Gloria y la Alabanza sean para el Señor.

III

Somos Anita y Vincenzo de la fraternidad Elce-Perugia. Nuestra reflexión sobre la Convención General de Montesilvano, sólo puede ser una acción de gracias al Señor Jesús por lo que nos ha dado.

Sedientos y hambrientos, nos hemos saciado con la Palabra, con la alegría, con el amor fraterno. Seguiremos rezando para que el «nuevo Pentecostés» se convierta en una sólida realidad cotidiana para nuestras vidas. Que nuestro camino en Comunidad coincida con la progresión espiritual, de la que hablaba el P. Livio, para adquirir ligereza y volar alto abandonados a la acción del Espíritu Santo.

Nos encantó la imagen del globo aerostático presentada por José y pensamos que caminar en pareja, aunque pueda ser limitante en algunos aspectos, es una gran gracia porque cuando uno no puede dejar el lastre que sujeta el globo al suelo, ¡el otro puede ayudarle y sostenerle! Finalmente, damos gracias al Señor por todo lo que ha hecho y seguirá haciendo, pero especialmente por habernos recuperado de la tristeza y la desolación a través de la Comunidad Magnificat.

IV

El Espíritu Santo obró poderosamente durante la conferencia en mi vida espiritual y relacional. Aunque este año, como ha ocurrido a menudo en años anteriores, llegué al retiro cargado de cansancio y de problemas acumulados antes de las vacaciones de Navidad, la gracia de Dios y la experiencia de un cuerpo cada vez más grande que ama a Dios, vigorizaron mis fuerzas y dieron un nuevo impulso a mis actividades cotidianas.

Durante el retiro experimenté, como hacía mucho tiempo que no experimentaba, el poder de la alabanza comunitaria. Ver y oír a mil y más personas rezando y alabando a Dios con los brazos en alto no es sólo una experiencia para los ojos y los oídos, sino un testimonio que vigoriza el espíritu y no permite que se instalen el aburrimiento y la desgana. Incluso mis brazos inicialmente entumecidos y cansados, quizá por inducción, se levantaron para dar gracias a Dios, y mi corazón cambió. Creo que cambió porque muchos de nosotros estábamos en la misma situación que yo, y lo que ocurrió en todas las oraciones comunitarias fue que el Señor tomó nuestros corazones cansados y desmoralizados y los transformó en un solo corazón, latiendo de alegría y deseoso de dar a conocer a Dios a muchos hermanos y hermanas.

Sin embargo, experimenté los frutos más fructíferos del retiro en estos días posteriores a la convención.
El lunes por la mañana decidí retomar mi rutina diaria de la celebración eucarística de las 7.30 de la mañana en una parroquia cercana a Perugia, a la que suelo llegar con los ojos entrecerrados por el sueño y sin poder hacer otra cosa que luchar contra mi deseo latente de dormirme. Esta vez todo fue de otra manera. Aunque llegué unos minutos tarde, me costó mucho no levantar las manos, y mi corazón cargado de la alabanza del cuerpo acumulada en Montesilvano me hizo notar cuánta diferencia había en mi posición ante Jesús antes y después de nuestro encuentro. La enseñanza que José nos dio el último día del retiro habló realmente a mi corazón y a mi vida, a mi forma de vivir en comunidad y de llevar a Dios a los hermanos y hermanas que aún no le conocen. De hecho, este año el retiro se tituló «Un nuevo Pentecostés» y creo que el Señor no inspiró a nuestros líderes por casualidad, sino porque el tiempo de la conferencia fue realmente un renacimiento en el Espíritu para muchos hermanos. Personalmente, la representación de Pentecostés que aparece en el cartel del retiro, con las llamas en movimiento, me hizo tomar mucha más conciencia de cuánto dinamismo hay en la vida del cristiano que sigue al Espíritu Santo. Un cristiano que no puede detenerse, sino que mira siempre hacia delante, hacia donde el Espíritu le conduce, hacia donde Dios mismo le envía.

Francis

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