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«¿Quieres curarte?»

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En los días comprendidos entre el 18 y el 19 de junio, en la Sala Fellini del Parque del Agua Santa de Chianciano Terme (SI), unos sesenta animadores del discipulado de las Fraternidades italianas vivieron un momento de formación, propuesto por el Ministerio General del Discipulado.

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En la Comunidad crece la necesidad de intercambiar las experiencias vividas en los ministerios que las Fraternidades esparcidas en diversas naciones realizan en beneficio de los hermanos y hermanas que el Señor nos envía para que les ayudemos a conocerle y a fundamentar en Él sus vidas. En el Camino del Discipulado -no pocas veces- sucede que ingresan personas que, aunque han vivido el Seminario de Vida Nueva, no han experimentado plenamente los efectos delBautismo en el Espíritu. La experiencia adquirida en estos años de servicio nos ha enseñado que, cuando esto ocurre, se puede buscar la causa en algún obstáculo que haya impedido a la persona «recibir la efusión». Esencialmente, hay tres áreas que pueden investigarse: la incapacidad incondicional de ponerse bajo el Señorío de Jesús, un problema de liberación que aún no ha salido a la luz, un perdón que no se ha concedido.
Por tanto, es necesario que los líderes de discípulos que se encuentren en una de estas condiciones tengan la sensibilidad y las herramientas que les ayuden a abrirse sin trabas para recibir la plenitud de la experiencia pentecostal.
En las Fraternidades de Rumania se ha desarrollado desde hace tiempo una forma estructurada de actuar, por así decirlo, sobre esta necesidad, ofreciendo a todos los discípulos, durante el primer periodo, cursos de liberación y sanación orientados a un nuevo momento de efusión de la oración, llamado Curso de Felipe.
Viendo los frutos que producían estas actividades, otras Fraternidades también empezaron a «experimentar».
En concreto, en la Fraternidad de Magione-Agello se hizo algo parecido y, a partir de esa experiencia, se propuso a los animadores de discipulado de Italia una formación experiencial. El pasado mes de septiembre se celebró un seminario sobre liberación y estefin de semana uno sobre sanación.
El próximo mes de septiembre se propondrá el Curso de Felipe. No se trata de una formación «escolástica», en la que se enseña «cómo hacerlo», sino de una experiencia que hay que vivir en primera persona por uno mismo, para comprenderla por haberla vivido, a fin de poder luego proponerla de nuevo como testigos.

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Las dos últimas jornadas del seminario adoptaron, pues, la forma de un retiro. El sábado por la mañana comenzó con la Santa Misa celebrada por el P. Livio Tacchini, miembro del Ministerio General del Discipulado, que a continuación dirigió la catequesis introductoria basada en el tema de la «curación del corazón». Siete enfermedades del «corazón» y siete «trasplantes de corazón», según la Palabra de Ezequiel:«Os daré un corazón nuevo» (36,26). Pasar de uncorazón de piedra a un corazón de carne. Desde el corazón duro, impuro, distante, tardío, dudoso, triste, pagano, injusto, en el fondo puro seguro, bueno, ardiente, alegre, traspasado, decidido.
Al final de la catequesis, el P. Livio señaló el modelo del corazón nuevo: el de María, siempre abierto -24 horas al día, 7 días a la semana- al Señor.
El sábado por la tarde, dos catequesis, a cargo respectivamente de Andrea Orsini y Giuseppe Piegai, expusieron las líneas generales de la curación interior a través de dos pasajes evangélicos: el del paralítico de la piscina de Betsaida (cf. Juan 5, 1-14), a quien Jesús pregunta «¿Quieres curarte? Juan 5, 1-14) a quien Jesús pregunta «¿Quieres ser curado?», y el del ciego de Betsaida (cf. Marcos 8, 22-26) en el que Jesús va curando progresivamente e interroga «¿Ves algo?».
La jornada de la tarde nos llevó a reflexionar sobre el hecho de que no siempre somos conscientes de que necesitamos curarnos de algo, ni sabemos por qué necesitamos hacerlo.
Abrirnos al Señor presentándole nuestras dolencias espirituales, permitiendo que nos toque, que ponga su saliva en nuestros ojos, es necesario para alcanzar una mayor libertad de amar conociéndonos a nosotros mismos y conociéndole a Él, conociendo la verdad sobre nosotros mismos y permitiendo que la Verdad nos haga libres (cf. Jn 8, 32). Después de la cena, la adoración eucarística concluyó la jornada, dándonos más tiempo ante el Señor para presentar con sencillez nuestra condición al amor misericordioso del Padre.
El domingo por la mañana tuvo lugar la celebración eucarística en la parroquia de Chianciano y luego se trasladó de nuevo a la Sala Fellini, donde Andrea dio la última catequesis, profunda y apasionada, recordando a todos cómo es necesario ofrecerse a la curación que ofrece el Señor, pero cómo también es necesario abrirse a la idea de que algunas de nuestras heridas interiores tienen el precioso carácter de permitirnos ser más sensibles a los sufrimientos de nuestros hermanos y hermanas, y que -como nos enseñó San Pablo a través de su experiencia vivida- no todas las espinas de la carne se quitan, para que en nuestra debilidad se manifieste plenamente el poder de Dios.

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El retiro concluyó con una puesta en común de la que surgieron diversos testimonios de sanación y alegría por haber experimentado, en el sufrimiento de descubrirse «enfermo», cómo se es amado por el Padre, que es rico en misericordia.

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