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Monasterio de muros invisibles
¿Con qué puedo comparar el Reino de Dios?
Lucas 13, 20-21
Es semejante a la levadura, que una mujer tomó y mezcló en tres medidas de harina, hasta que todo quedó leudado
La visión que el Señor dio a la Comunidad desde sus primeros años fue la de una llamada a «un nuevo monacato». Hombres y mujeres, mezclados en el mundo, que no pertenecen a él porque han decidido pertenecer a Dios, haciéndose «uno»(mònos) entre ellos y con Dios.
El testimonio de la Comunidad puede ser muy eficaz porque está formada por laicos que, sin embargo, viven como «monjes».
Los miembros de la Comunidad desean entregar su vida a Dios de forma absoluta, sin reparos ni límites, aunque la vida familiar, el trabajo y el caos cotidiano parezcan imposibilitar la entrega total. Y, sin embargo, Cristo sigue pidiéndolo, y lo cumple pacientemente venciendo nuestras resistencias.
Por eso la Comunidad es una escuela divina, un taller de aprendizaje práctico de purificación del corazón, de oración, de servicio. Esto requiere una cierta stabilitas, que permita que este aprendizaje tenga lugar. Por eso la Comunidad tiene sus propios muros y puertas, una Regla y un Compromiso de Alianza, se organiza en Fraternidades, establece líderes, se constituye como una ciudad en la montaña.